El tratamiento comienza con una limpieza profunda de la zona afectada (generalmente glúteos, piernas, axilas o espalda), eliminando impurezas, sudor y restos de productos que puedan obstruir los poros. Luego, se aplica un peeling químico suave o medio, según el tipo de piel, que ayuda a renovar la capa superficial, disolver la acumulación de células muertas y destapar los folículos. Este peeling contiene ácidos como el salicílico, glicólico o láctico, los cuales son ideales para combatir bacterias, reducir la inflamación y prevenir la aparición de nuevos brotes. Finalmente, se aplican productos calmantes, cicatrizantes y antibacterianos para proteger la piel y favorecer su regeneración.
La foliculitis es una afección común que se presenta cuando los folículos pilosos se inflaman o infectan, generando granitos, enrojecimiento, picazón e incluso manchas oscuras. Muchas veces se produce por el rasurado, la depilación con cera o la fricción con la ropa ajustada. Si no se trata correctamente, puede empeorar o dejar marcas permanentes. El peeling ayuda no solo a tratar los brotes activos, sino también a prevenir su aparición al mantener la piel limpia, libre de células muertas y con los poros desobstruidos. Es un tratamiento clave para recuperar la salud y la estética de la piel.
Con este tratamiento, la piel se ve más limpia, lisa y uniforme. Disminuyen notablemente los granitos, las manchas post-inflamatorias y la textura irregular causada por los brotes repetitivos. Además, al renovar las capas superficiales, se acelera la regeneración celular y se estimula la producción de colágeno, mejorando la firmeza de la piel. El resultado es una zona libre de foliculitis, más clara, suave y saludable. Con sesiones constantes, también se logra prevenir futuras apariciones, mejorando la confianza y comodidad de quienes lo padecen.